EL CEMENTERIO DE COMILLAS (CANTABRIA)

EL CEMENTERIO DE COMILLAS
Por Ángel Sierra Vallelado
La bella población de Comillas (Cantabria), es conocida por sus numerables monumentos, tanto religiosos como civiles, como son su Universidad Pontificia, el Capricho de Gaudí, el palacio de Sobrellano etc. Que recorren todo su conjunto monumental.
Pero también tiene un ambiente de misterio. Como su cementerio modernista, que nos envuelve en un ambiente misterioso y único.
Pero empecemos primeramente, por explicar la sensación que nos otorga un lugar como este en una primera visita, aunque lo volveremos a sentir, cada vez que lo volvamos a visitar por segunda o más visitas.
Cuando todos nuestros miedos, fobias, manías o aversiones particulares tienen algo en común: pueden causar tensiones y evitar que nuestras vidas sigan su cauce normal: ya que en ocasiones no es fácil encontrar una solución para estos pequeños problemas, y tal vez sus causas no sean tan lógicas como cabría de esperar.
Todos estos lugares, por inexpiables que parezcan, merecen ser estudiados en lugar de olvidalos y engrosar con ellos las listas de fotografías de lugares misteriosos. Ya que cuando se etiqueta algo, se dejan de lado otros aspectos del fenómeno igualmente interesantes y reveladores. En este caso en concreto la multitud de fotos que hacen todos los que visitan este cementerio modernista, hacen que cada una de ellas, sea diferente y sorprendente, al juntarse este lugar, con las tonalidades del cielo cántabro.
Y es que gracias al arquitecto Doménech y Montaner, cuando proyecto la reforma del cementerio integrando las ruinas de la antigua ermita gótica en su estructura y proyectando una nueva cerca plegada de elementos pintorescos (pináculos, cruces patadas, y arco de acceso, como se puede ver en las fotografías que acompañan este artículo).
Junto a la creación paisajista, del proyecto de Doménech, pretende enfatizar su aspecto de ruina, recortando sus perfiles con la inclusión de la escultura del Ángel Guardián de José Llimona realizado en 1894.
Aquel escultor que nació en Barcelona, y estudió en la escuela de Lotja de Barcelona, y en el taller de los hermanos Agapit y Venanci Vallmitjana.
Estando pensionado en Roma, por una beca del ayuntamiento de Barcelona, realizó los esbozos para la escultura ecuestre de Ramón Berenguer III el Grande en el año 1881.
Sus primeras obras fueron académicas pero a partir de una estancia en París, influenciado por Aguste Rodin, su estilo derivó hacía el modernismo. Haciendo un trabajo extensivo, realizando exposiciones en Cataluña, Madrid, París, Bruselas y Buenos Aires. Esculpió obra funeraria para panteones de diversos cementerios, destacando el Ángel exterminador. Tuvo numerosos encargos para monumentos.
Una escultura, que vemos, desde cuando divisamos el cementerio, y que nos llama la atención, con su robusta figura este Ángel Guardián, que vigila, la entrada del cementerio, como si nos invitara hacer ver, que el misterio nos rodea por todos sus lados. Aunque su estampa, realizada en mármol blanco, y situado sobre los muros de la nave de la antigua iglesia, no es el único ejemplo de escultura, que nos aguarda, ya que otras sorpresas se van descubriendo, poco a poco, ante nuestra mirada.
Ya que Doménech proyecto, para el cementerio, el panteón familiar de Don Joaquín de Piélago, con la lapida sobre la ola retorcida por el latiguillo modernista.
Que con una mínima actuación logra expresar la sensación de lo eterno, la calma solemne y ambivalente del Ángel posando como un pájaro, pero, también de lo caduco a través de la constante presencia de la ruina.
Porque aquellas ruinas tenían su historia: unos hechos que comienzan con el zafarrancho que se organizó en la misa de aquel domingo otoñal, ya entrado el siglo XVI, cuando una vieja del pueblo fue forzada a abandonar los sitiales reservados a los duques del Infantado, feudatarios de aquellas tierras. Todos a una los feligreses juraron no volver a pisar esa iglesia y decidieron construir una nueva entre los vivos y al abrigo de los vendavales marinos, tierra adentro, en lo que hoy se denomina Barrio de la Iglesia.
Hubo pleitos y más pleitos y finalmente se decidió quitar la silla en cuestión pero el pueblo ya había decidido abandonar la parroquia antigua y trasladar el culto a la ermita de San Juán.
Tardaron dos o tres siglos en hacer la nueva iglesia, a costa de su día de fiesta y aquella quedo abandonada para convertirse en cementerio.
Un cementerio, en que hay que citar, que no se acaban aquí las sorpresas, que encierra el mismo, ya que en su capilla se guarda un interesante crucifijo, al lado de una mesa que sirve de altar. Aunque antes de marcharnos de el, hay que resaltar que el panteón familiar de Don Joaquín de Piélago, no es la única obra realizada por Doménech, ya que hay otras obras de este autor en está villa marinera, concreta mente en la Fuente de los Tres Caños y en la Universidad Pontificia.
Una Universidad, en que sin duda, la riqueza de su patrimonio artístico contenido en su vieja sede. Doménech y su taller Castell dels Tres Dragons, trabajaron desde la ciudad condal para embellecer está sede.
Artesanos y artistas, se unieron para iniciar una recuperación de los oficios artesanales (perdidos con la industrialización), que será la base de la regeneración del arte de la decoración historicista. Contribuyendo está corriente a las obras con una mayor vistosidad en riqueza formal, que retomará como modelo a la naturaleza y colorista.
Comenzando a llegar a Comillas, en ferrocarril, grandes obras diseñadas o realizadas por los grandes artistas del momento: Eduard Llorens, Joseph María Tamburini; los escultores Roig Soler, Eusebi Arnau, Alfons Juyol; los vidrieros Rigalt y Amigó; los fundidores Masriera y Campins.
Y con las obras de estos artistas, las obras de Doménech y José Llimona (ya que este trabajaba en su taller).
El mismo arquitecto, que realizó edificios en los que combino una racionalidad estructural con elementos ornamentales extraordinarios, inspirados en las corrientes arquitectónicas hispano-árabes y en líneas curvas propias del modernismo. En edificios, como el actual Museo de Zoología construido originalmente como restaurante “Castillo de los Tres Dragones” en Barcelona, por motivo de la Exposición Universal de 1888, donde utilizo estructura de hierro vista y cerámica, técnica que proyectó posteriormente, incorporando una profusión de mosaicos, cerámicas y vidrios policromados, dispuestos con exquisita armonía, que le confieren un aspecto grandioso.
Aunque contrariamente, a otros arquitectos del modernismo, tendiera con el paso del tiempo a realizar edificios más ligeros, eliminando material en las estructuras, pero mantenimiento la ornamentación como elemento de primer orden.
Un cementerio cargado de misterio, de arte modernista y que nos hace la reflexión de que ¿hay vida después de está vida?...
Aunque se podría definir, lejos de toda lógica o explicación aparente, que siempre experimentamos una angustiosa sensación, cuando entramos en un lugar como este.
Pareciéndonos, que las extrañas estatuas modernistas, dominan los fenómenos naturales, saliendo poco a poco de esta otra dimensión hasta que se produce nuestro encuentro con ellas, y con su magia.
Creyendo, sin más, que merece la pena, fomentar estos lugares misteriosos, y tener espíritu de observación e investigación cuando vemos por nuestros propios ojos, que algo especial nos está llamando nuestra atención visual.
Para más información, de este monumento de Comillas y de su conjunto histórico artístico, podéis visitar la pagina de Internet del Excelentísimo Ayuntamiento de Comillas: www.comillas.es que da detenida cuenta de ellos.
Mas información: Sobre las colecciones artísticas de la Universidad Pontificia de Comillas: La Revista de Cantabria. Julio-Septiembre 2008. Número 45.