VALLADOLID CIUDAD DEL MISTERIO

04.07.2012 14:55

                                

 

                                                                                    VALLADOLID CIUDAD DE MISTERIO

 

Por Ángel Sierra Vallelado

 

Haciendo la entrada en la Ciudad, la mejor manera que la haremos sera por el Puente Mayor relatando una de sus leyendas, escrita en el año 1872, por María de Feijoó, en la que narra que este puente fue construido por orden de la Condesa Doña Eylo Alfonso, primera esposa de Don Pedro Ansúrez, nombrado Primer Señor de Valladolid por el Rey Alfonso VI, a finales del siglo XI.

La leyenda cuenta que en el transcurso de uno de los viajes que el Conde tenía que realizar, su esposa, Doña Eylo permaneció en Valladolid acompañada de sus cinco hijos y de su fiel esclavo moro Mahomed. El moro Mahomed estababa profundamente enamorado de otra de las asistentes de la Condesa, llamada Zaida Fátima; pero los condes, sus señores, no veían con buenos ojos esta relación.

Ausente Don Pedro, Mahomed decidió hacer algo que pusiera en su favor al Conde cuando éste regresara. El moro tuvo noticias de que la Condesa tenía grandes deseos de contar con un paso sólido sobre el río que le evitase tener que cruzarlo vadeando las zonas de poca profundidad y corriente en balsas que no dejasen de ser incómodos y poco seguros. Mahomed se puso mano a la obra y consiguió construir un puente de piedra, diseñándolo muy estrecho, con idea de que sólo pudiese atravesarlo a la vez un puñado de hombres y la población y no quedase al pairo de incursiones y ataques enemigos.

Sin embargo, cuando Don Pedro regresó a Valladolid, lejos de mostrarse contento y satisfecho por el trabajo de Mahomed y la estrategia aplicada en la construcción del puente, mandó llamar a un peregrino -que en aquel tiempo eran los grandes ingenieros de caminos- para que lo ensanchara. El peregrino, en principio “anónimo”, resultó ser el Caballero Hugo de Mancada, Conde y Señor de Llobregat; que cuando la obra de ensanche del puente estuvo finalizada pidió a cambió al Conde Ansúrez la mano de Zaida Fátima y se casó con ella (después de haber conseguido bautizarla...).

PeroValladolid, como todo pueblo de remota antigüedad y de origen desconocido, ha dado no poco que hacer a los eruditos para investigar la época cierta de su fundación, sin que sus penosas tareas hayan bastado a descubrir a punto fijo los principios que tuvo esta Ciudad tan mencionada en la historia. Suponen algunos que en su terreno estuvo situada la célebre Pincia de los Romanos fundada por los Vacceos 714 años antes de Jesucristo, y cuya populosa Ciudad describe el Geográfo Ptolomeo, en su tabla segunda de la Europa. Los sepulcros, mosaicos y otros monumentos de época Romana, descubiertos en diferentes ocasiones al escarbar la tierra para asentar los cimientos de algunos de sus edificios, vienen en apoyo de esta opinión, que generalmente ha sido la mas recibida. Aseguran los mismos que aun existía dicha Ciudad cuando los Arabes se apoderaron de España, y que siendo una de las poblaciones que trataron de resistir a su yugo, fue por aquellos reducida a cenizas, quedando únicamente alguno que otro vestigio de su muralla; en cuyo estado permaneció hasta que pasando por este valle un caudillo Arabe llamado Ulit, se prendó de su amena situación, y determinó fijar en él su residencia, para lo cual reedificó su muralla, amplió la población, y olvidando esta su antiguo nombre, tomó el de su reedificador llamándose desde entonces Valle-de-Ulit, hoy Valladolid.

Opinan otros que el nombre de esta población se deriva de Valle-de-lid, así llamada, porque habiendo servido su terreno de límite a los antiguos Arevacos, Celerinos, Arturos y Carpetanos, era un campo escogido por dichos pueblos para terminar en él sus dimensiones. No falta quien asegura que su verdadero nombre proviene de Valle-de-olivos (Vallisoliveti) por hallarse en otro tiempo cubierta de dichos árboles, a cuyo cultivo siempre se ha prestado la bondad de su terreno.

Pero dejando tales opiniones que nunca pasan de una conjetura, y ateniéndonos a la historia, única guía a falta de otros monumentos en esta clase de investigaciones, sabemos por ella que el Rey Don Ordoño II de León, conquistó a los Arabes esta Villa en 920 después de un reñido combate, mandando levantar, para perpetua memoria, en el mismo campo de batalla un pilar de piedra coronado de un león con un rey moro a sus pies y la siguiente inscripción: “Ulit oppidi conditor”, cuyo trofeo se erigió en el mismo sitio que ocupaba el conocido león de la Catedral.

El león de la Catedral de Valladolid era un antiguo rollo situado en la Plaza de Santa María, donde se encontraba la antigua Colegiata. Desde 1158 sirvió como picota y escarmiento para las malas mujeres para vocear los pregones de almonedas y sentencias. Fue todo un símbolo en la Ciudad medieval. La caída de la única torre de la Catedral en 1841 se llevó por delante este antiguo rollo, que en años anteriores había sido trasladado desde la Plaza de Santa María al atrio de la Catedral.

No muy lejos de la Catedral, se encuentra la fachada de la Universidad, a donde se encuentran veinte leones fundidos en piedra. De la que la leyenda y tradición cuenta que si un estudiante quiere terminar su carrera jamás debe pararse a contar el número de leones. Ya que si les cuenta nunca acabara su carrera estudiantil.

Pero vamos a dedicarnos a detenernos en algunos de los edificios que tienen mucho de misterio entre los antiguos edificios que hoy en día posee Valladolid y que la piqueta de los años sesenta y sesenta no derribo:

El Museo Arqueológico de Valladolid, conserva algunas piezas destacadas que se interponen al paso del tiempo entre la que destaca en el mismo zaguán de entrada una talla en madera policromada de un Cristo, del siglo XVI, que la tradición dice perteneció al Tribunal de la Santa Inquisición de Valladolid. En el patio una lapida del año 1669, conmemorativa de la reedificación del Hospital de la Cofradía de Todos los Santos, de los Abades y San Miguel de los Caballeros, que fundaron en la Ciudad el Conde Don Pedro Ansúrez y su mujer Doña Eylo en el año 1100. Y en la pared que cierra el patio se encuentra la lápida sepulcral de Gregorio Fernández, fechada en 1662 y más tarde por otros propietarios en 1721. Sin olvidar que en sus salas se encuentra el famoso “Sillón del Diablo”.

El Museo Nacional de Escultura “Cadenas de San Gregorio”, posee entre todas las riquezas allí guardadas, piezas muy interesantes como un Demonio, que por su disposición perteneció con toda probabilidad a una escultura de San Miguel Arcángel venciendo al Demonio. La representación antropomorfa de Luzbel que se desarrolla a partir del Renacimiento, evocando su condición inicial de Ángel, aunque caído y por tanto con las deformidades reveladoras de su maldad, que en este caso se concretan en la impúdica desnudez, las torpes alas, los cuernos, las orejas de asno, la gran boca, la malévola expresión que distorsiona su rostro. De la sillería del Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, realizada por Ándres de Najera, en uno de los asientos de la misma, en el relieve del respaldo, se narra el episodio de la Bajada de Cristo a los infiernos, tras su resurrección, Cristo se dirige al Limbo, lugar frontero entre el infierno y el paraíso donde esperaban al Mesías los hombres justos que por haber vivido antes de su llegada, no habían sido bautizados. Destacar que ante la falta de referencias sobre el lugar en los Evangelios, los artistas optaron por representarlo muy parecido al infierno de los condenados: poblado de monstruosos demonios y presidido por las terribles fauces de Levatán, encarnación del mal y devorador de pecadores. Del Convento de San Francisco de Valladolid, proviene un remate de su sillería donde la figura de San Miguel como guerrero, está dentro de un gran medallón de perfil y acompañado de cabezas de angelitos, el Santo, vestido con coraza levanta con una mano un escudo mientras que con la otra sostiene una lanza con la que atraviesa la figura de un Demonio tendido a sus pies.

Pero también en este Museo, las Ánimas del Purgatorio están presentes en un Calvario con Santos. Se trata de un cuadro procedente de Valladolid, de la Cofradía de Ánimas y dado en limosna a esta Cofradía por Juan Seco Mercader, siendo Alcalde de la misma en el año 1643. Situando el cuadro en un ambiente nocturno donde el Calvario, en el centro y en segundo plano, se acompaña de dos arcángeles, destacando San Miguel tocado con casco militar y las figuras de San Juan y la Dolorosa. En primer plano y de mayor tamaño, San Antonio Abad y San Andrés flanquean como intercesores al grupo de ánimas que, de medio cuerpo, dirigen su mirada implorante hacía lo alto y proporcionan nombre a una tipología temática de gran fortuna, con la que los donantes obtenían salvoconductos para la vida eterna.

Pero Valladolid, también es el Valladolid de escritores y poetas como José Zorrilla, autor del Don Juan Tenorio, obra que se representa, como una tradición inflexible, cada día uno de noviembre. “Del que dicen que también tenia sus peculiares visitas del mas allá”.

Este pequeño recorrido, “que podría hacerse mucho más extenso”, es solo una pequeña muestra de que esta Ciudad esta reclamando su sitió entre las ciudades españolas con misterio.

También lo podeis leer en nuestra pagina amiga la Novena Esfera:  https://www.lanovenaesfera.com/2012/06/valladolid-ciudad-de-misterio.html